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Samuel Benin

Samuel Benin is the Acting Director for Africa in the Development Strategies and Governance Unit. He conducts research on national strategies and public investment for accelerating food systems transformation in Africa and provides analytical support to the African Union’s CAADP Biennial Review.

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Cumbre de las Américas 2021: En un momento precario, una oportunidad para una agenda regional audaz

Open Access | CC-BY-4.0

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By Eugenio Díaz-Bonilla

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En el segundo semestre de este año, Estados Unidos será la sede de la Cumbre de las Américas, la reunión hemisférica trienal de presidentes y jefes de estado. Esta es la segunda vez que la cumbre se llevará a cabo en los Estados Unidos desde el evento inaugural en 1994. La reunión se produce en un momento dramático, mientras América Latina y el Caribe (ALC) experimenta lo que probablemente sea la peor crisis económica y social de su historia moderna, y con los países de la región políticamente divididos como probablemente nunca lo estuvieron antes.

La Cumbre ofrece una oportunidad única para hacer frente a esta situación y avanzar con una visión y un programa hemisféricos comunes para revitalizar ALC y continuar realizando las contribuciones vitales que la región hace a la economía global y a la salud del planeta. Pero esto requerirá una diplomacia hábil y un compromiso sostenido de los países de las Américas.

Desafíos que enfrenta la región

Incluso antes de la pandemia de COVID-19, la región de ALC enfrentaba serios problemas económicos, sociales y políticos, algunos estructurales y otros como resultado de la desaceleración del ciclo de las materias primas de la década de los años 2000.

Aunque ALC se ubica en promedio en la categoría de ingresos medios altos de las regiones en desarrollo, se encuentra rezagada respecto de los países más desarrollados, con brechas significativas en capital humano (particularmente educación), inclusión social y equidad, ciencia y tecnología, infraestructura y en la calidad institucional de la gobernabilidad democrática. 

Los recientes trastornos sociales y políticos, principalmente en 2018 y 2019, agravaron estos problemas de larga data, afectando a países de la región con orientaciones políticas muy diferentes. Este malestar social de base amplia puede entenderse mejor si se tiene una visión más amplia del contexto macroeconómico mundial, en particular, los ciclos de las materias primas y cómo afectan a las sociedades desiguales e injustas de ALC. 

Tanto el ciclo de las materias primas más reciente en la década de 2000 como el anterior que abarcó desde mediados de la de 1970 hasta finales de la de 1980 (que examiné con más detalle aquí) generaron períodos de crecimiento significativo del ingreso per cápita durante el auge de precios seguidos de años de estancamiento económico y agitación social en el ciclo descendente. Pero mientras que la recesión económica de la década de 1980 generó oposición a las dictaduras militares de esa época, lo que ayudó a iniciar un período de democratización, la reciente recesión está socavando la democracia, particularmente en lugares como Venezuela, donde continúa desarrollándose una tragedia humana y política. 

Impacto de la pandemia  

La pandemia del COVID-19 ha empeorado significativamente esta difícil situación. Hoy, ALC está sufriendo su crisis económica y de salud más dramática en más de un siglo. A principios de febrero, según datos de la Universidad Johns Hopkins, la región representa el 27% del total de muertes globales causados por la pandemia, mientras que representa solo el 8% de la población mundial. Se estima que la economía regional se contrajo alrededor de -8% en 2020, según datos del Fondo Monetario Internacional, y la recuperación esperada de alrededor de 3.6% en 2021, además de mantener el PIB muy por debajo de su nivel de 2019, puede ser demasiado optimista. 

También se calcula que la pobreza, que antes de la pandemia afectaba a unos 140-150 millones de personas (usando la línea de pobreza de $ 5.50 de poder adquisitivo equivalente per cápita/día), habría aumentado en 50-70 millones de personas en 2020, con pocas perspectivas de mejoras en 2021. 

Estos problemas tienen consecuencias globales y particularmente para las Américas en su conjunto. El padecimiento económico y la inestabilidad política a menudo conducen a un aumento de las migraciones (con los impactos humanitarios y de salud pública relacionados), el tráfico de drogas y la delincuencia internacional, y flujos financieros ilícitos. Venezuela, en muchas dimensiones un estado fallido, se ha convertido efectivamente en un espacio donde actores malignos pueden operar libremente, afectando seriamente a sus vecinos. El deterioro de las condiciones económicas en la región también puede conducir a efectos secundarios negativos en los mercados financieros, si algunos de los países más vulnerables sufren más crisis por su endeudamiento. 

ALC también es crucial para la salud del medio ambiente mundial; sus vastos bosques son sumideros de carbono esenciales y juegan un papel en la disponibilidad global de agua, el ciclo del oxígeno y la biodiversidad. Todas estas variables están bajo presión. La región es también el principal bloque exportador neto de alimentos (representa más que el valor combinado de las exportaciones de Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda). Asegurar que los roles de seguridad alimentaria y ambiental global operen en armonía requerirá inversiones sostenidas en tecnología y gobernanza de los recursos naturales (Díaz-Bonilla, 2019). 

Finalmente, ALC es un importante proveedor de combustibles fósiles, pero también tiene un enorme potencial como fuente de energía limpia. La forma en que las economías de los países pasen de una matriz energética a otra también tendrá implicaciones globales. 

Prioridades de la cumbre

La Cumbre de las Américas presenta una oportunidad vital para defender las inversiones en crecimiento, salud ambiental, seguridad alimentaria, bienestar social y fortalecimiento de la democracia. Como país anfitrión, Estados Unidos liderará la discusión. Sin embargo, la administración Biden se enfrenta a sus propios y urgentes desafíos nacionales e internacionales, comenzando por controlar la pandemia y reactivar la economía. Los países de ALC no deben esperar que las soluciones provengan del exterior; estos problemas tampoco pueden ser resueltos bilateralmente por cada país en negociación individual con los Estados Unidos. Más bien, las Américas necesitan una visión conjunta de paz, prosperidad y democracia.

Estas son algunas prioridades clave:

• Manejo de pandemias (distribución de vacunas, medicamentos y equipos) y posterior proceso de recuperación.

• Defensa de la democracia y los derechos humanos, incluida la eliminación de los mecanismos de corrupción financiera e institucional que contribuyen a las enormes desigualdades sociales de ALC.

• Migración, no solo hacia Estados Unidos, sino también poblaciones desplazadas por el colapso venezolano y de otras zonas de estrés.

• Mecanismos de financiamiento para la recuperación económica y el desarrollo, incluyendo abordar los problemas de la deuda, facilitar la localización de las cadenas de valor en la región (“near-shoring”) y atender los cambios dramáticos en los mercados laborales debido a la economía digital y la automatización. Esto requerirá una visión clara del futuro del Banco Interamericano de Desarrollo, junto con contribuciones de otras organizaciones financieras como el FMI, y esquemas específicos de movilización de capital para fomentar mayores inversiones privadas en ALC.

• Colaboración en ciencia y tecnología para fomentar la transición de energía limpia y para coordinar mejor las importantes funciones globales de la región como líder en las exportaciones netas de alimentos, como importante proveedor de materias primas no alimentarias, y como fuente crucial de muchos bienes ambientales globales.

• Integración regional, incluidos sus aspectos macroeconómicos, comerciales, de infraestructura e institucionales.

Si los países de ALC pudieran llegar a un “gran acuerdo” de este tipo, se abrirían muchas posibilidades: el diálogo con EE. UU. y Canadá sería mucho más efectivo, ayudando a implementar un programa hemisférico de cooperación que también podría extenderse a socios en Europa y Asia, y permitir que la región de ALC salga de su terrible situación actual.  

Pero la realidad actual es muy dura: los países de ALC están más divididos de lo que han estado en décadas (si es que alguna vez lo han estado tanto), y los gobiernos (que también están luchando contra la pandemia) pueden encontrar política y operacionalmente difícil unirse y acordar un plan comprensivo.

¿Un enfoque de dos vías?

Para superar esos obstáculos, en su papel de anfitrión, Estados Unidos podría considerar un enfoque de dos vías: una es obviamente el de llevar a cabo las consultas diplomáticas formales; la otra sería una vía informal con un pequeño grupo de personas influyentes y respetadas de la región. Este enfoque ha demostrado ser exitoso antes, sobre todo en las consultas que llevaron a la creación de la Alianza para el Progreso en la década de 1960. La administración Biden podría seguir el ejemplo del presidente John F. Kennedy, convocando a un pequeño grupo de personas de la región con experiencia en desarrollo, políticamente independientes y ampliamente respetadas, y comprometidas a ayudar a formular el programa conjunto que los países de ALC necesitan con urgencia. 

Para que dicho programa avance, la cumbre también debe considerar los roles de todas las agencias internacionales que operan en la región. Actualmente, estas instituciones (más las agencias de ayuda bilateral) tienden a funcionar por separado con una gran cantidad de proyectos individuales, que pueden o no lograr la escala necesaria para abordar los desafíos que enfrentan los países de ALC. El trabajo del Grupo de Trabajo Conjunto de Cumbres (GTCC), con 13 instituciones interamericanas e internacionales, es un comienzo, pero no incluye a todas las instituciones claves para la región. 

La cumbre ofrece una oportunidad para que estas instituciones desarrollen áreas programáticas en las que todos puedan colaborar sistemáticamente, respetando sus propios mandatos. 

Los problemas que enfrenta ahora ALC están profundamente arraigados en la historia de la región, y las amenazas que esos problemas presentan para la democracia global, la seguridad alimentaria y la estabilidad ambiental son demasiado grandes para tomar medidas parciales. En este momento de incertidumbre global, la Cumbre de las Américas de 2021 ofrece la mejor, y quizás la última, oportunidad para unirnos y tratar de resolver estos problemas.

Eugenio Díaz-Bonilla es Jefe del Programa de América Latina y el Caribe del IFPRI.


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